Hola Ron,
aún no nos conocemos personalmente aunque te confieso las ganas que tengo por la sabiduría que atesoras, tras una vida como la tuya. Aunque también, tengo que admitirlo, por entender un poco mejor tu forma de manejar empresas.
Debe ser excitante comenzar arreglando el motor de tu coche y terminar manejando presupuestos de 350 millones de euros pero también comprendo que no todo el mundo esté capacitado para ello. He leído mucho sobre tu persona y lo primero que debo decirte es que tienes buen gusto: Elegiste a Prost cuando estaba consolidado pero viste en Senna el talento más grande que se vio nunca y le diste un monoplaza capaz de ganar mundiales. Tienes alma de Ecclestone, por eso montaste las que montaste en los últimos 20 años… ¡20 años ya! que se dicen pronto…
Yo era apenas un chaval cuando me despertaba de madrugada a ver cómo dos señores se chocaban con coches blancos y rojos. Todos lo sabíamos y después sucedía. Eran los tiempos de la Fórmula 1 ‘Mad Max’, y todo eso pasaba porque tú lo permitías. Mirabas hacia otro lado. Decías lo que querían escuchar a cada uno por separado. Ellos corrían con el mismo coche pero no de tenías un equipo.
Eres tozudo y te va la marcha. Por eso me gustabas, Ron porque en el fondo te va el desparrame. Yo, de pequeñito, como todos los niños, era del equipo que siempre ganaba y claro, por aquel entonces tú siempre ganabas.
Pero llegó un día en que cambiaste los colores y te juntaste con Mercedes. Y todo se volvió gris (el eufemismo dice ‘plata’). Como tu caracter, cada vez más y más obstinado y, sobre todo, controlador. Ahí perdiste tu gracia, Ron. Lo siento. Yo iba de crío con Niki Lauda pero me alucinaba René Arnoux. Salté del sillón el día que Hakkinen le hizo la 3-14 a Schumacher (al que siempre tuve un poco de tirria) en Spa con aquel adelantamiento doble a aquel doblado. Me emocioné con un joven llamado Coulthard cuando tuvo un accidente de avión casi mortal y a la semana estaba en el podium de la Fórmula 1 pero ya no me gustaba ese coche. Ya no me gustabas tu. El público alucinaba con ese despliegue de eficacia como si fuera Star Wars pero a mi todo eso me daba miedo. Eras/es la oscuridad.
Entonces, apareció en mi vida un señor estrafalario, alto y con cuerpo un poco raro. Se llamaba Flavio y se apellidaba Briatore. Yo ya tenía edad para saber que ese señor estaba más en mi onda. Este era un cachondo, era la luz. Y aunque no me cayó bien cuando le dejó a Alonso como probador un año para que despuntara Button, luego ha sido ‘lo más grande’. En cambio, tú, Ron no. Has ido a menos. Has enmudecido para ser un cascarrabias. Te has acercado a la paranoia para perseguir un ideal: la igualdad, entendida a tu manera. Ahí te has equivocado Ron. Llevas casi una década sin ganar un título. Ron, te haces mayor pero en lugar de ser un vino dulce estás agriándote.
Yo, Ron, que desde la distancia te aprecio (a mi manera), te pido que te retires y me concedas la última entrevista. Tienes dinero, mucho dinero. Has visto varias épocas de tu deporte favorito y con el que te has hecho rico. Deja paso. Lo necesitamos, Fernando Alonso sacó lo peor de tí y tú, lo peor de él. Game is over. War is over. Déjalo, Ron, antes de que seas un vino acorchado y despreciable.
p.d. Os quiero dar las gracias porque gracias a todos vosotros porque este blog que lees, entró por primera vez en el Top100 de Blogs de WordPress.com en España (dentro del panel de audiencias de Nielsen en octubre) y es el segundo blog amateur de Fórmula 1 en este país (por detrás de los amigos de http://soloformula1.wordpress.com/
Gracias Ron (por anticipado).